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lunes, 13 de febrero de 2012

Dr. Juan Carlo Amatucci.


El

General

el doctor 

y la 


dama...

Nota publicada por Horacio Palma
en el diario Gualeguay el Día de Gualeguay, 
su ciudad natal.
Claro que podría encarar el trámite de escribir esta semana con temas banales. 
Qué se yo, hablar del calor, que en las noticias siempre es agobiante asfixiante o infernal.
Colgarme de la pésima fama y la mala prensa de los calores de cada verano y sumarme al coro redundante hasta el cansancio que titula: Arde la ciudad, o la ciudad es un horno… o ampararme en la inimputabilidad del Alerta naranja que imponen los 37 grados centígrados a la sombra. 
Y hasta puedo sumarme al coro plañidero de los que piden agua para los campos, y hacerme el preocupado por las pérdidas económicas de la seca de este verano… aunque ayer, una de las voces principales de los pedidores de agua me pasó casi por encima en la ruta con su poderosa camioneta BMW Mnosécuáto!!, y a decir verdad, no se lo notaba muy preocupado por una cosecha magra.
Bueno, es comprensible… las cien lucas verdes que lo traían a Gualeguay sobre cuatro cubiertas desmesuradas, hablaban mucho de unas cuantas temporadas de buenas cosechas y muy poco de este verano más seco que lengua de loro. 
Viva la república de la soja!... que ya va siendo hora de pensar en cambiar el sol de nuestra bandera por una imagen del poderoso yuyito verde esperanza… y verde dólar, claro.
Cuando lo pienso juro que dudo. 
Digo, a veces me embarco en el juego de pensar al General Belgrano concibiendo la Enseña Patria en nuestros días. 
Y no puedo dejar de imaginar que tal vez hoy hubiera elegido poner en el listón blanco un brote de soja en lugar del sol. 
Claro que hoy el régimen no le hubiera permitido un par de cosas al General Belgrano. Ni enfundarse en su uniforme, ni plantarse frente a las barrancas de Rosario con sus gloriosos del Regimiento de Patricios. Nada de eso… nada de uniformes, ni de armas, ni de formaciones marciales. 
Eso resume “represión”. 
Hoy la televisión pública le hubiera impuesto a Belgrano un centenar de colectivos rentados con muchachada y banderas de La Cámpora.
Ay, perdón, perdón y otra vez perdón!!. 
Me referí a Manuel Belgrano y le dije General. 
Y resulta que el régimen, justo antes de internarse Ella, firmó un decreto que prohíbe llamar General a Manuel Belgrano. 
Bueno, puede ser que mi visión sobre el referido decreto sea un tanto gorila. Después de todo, el decreto no dice “se prohíbe”, el decreto apenas si impone las formas en que debe nombrarse al prócer nacional.
Es que así como el año 2011 fue declarado por el régimen “El año del trabajo decente…” (justo el año del escándalo Hebe de Bonafini y Schocklender, de Zaffaroni y sus departamentos alquilados para prostíbulos…etc.), el 2012 ha sido declarado 
"Año de homenaje a Manuel Belgrano". Exactamente: 
“Año de homenaje al doctor Manuel Belgrano" porque se cumplen 200 años desde la creación de la bandera nacional el 27 de febrero de 1812, día en que a las orillas del río Paraná se realizó la primera jura.
Así lo dice el decreto 292/2011, del 28 de diciembre, que firmaron la presidenta Cristina Fernández de Kirchner y el ministro del Interior, Florencio Randazzo. 
Según reza la página del gobierno nacional: “se declara al 2012 como el año en que se le brinde homenaje a Manuel Belgrano, quien creó la escarapela, la bandera nacional y fue el organizador del hecho conocido como éxodo jujeño. Por tal motivo, todos los documentos oficiales, en el margen superior derecho, deberán llevar la leyenda"Año de homenaje al doctor Don Manuel Belgrano".
Así de clarito. A Manuel Belgrano se lo nombra solo doctor y con minúsculas. 
El citado decreto hace un recorrido por “los hechos más importantes de su vida”. 
Señala que nació en Buenos Aires el 3 de junio de 1770, y que cursó sus estudios en el Colegio de San Carlos y luego en las Universidades de Salamanca y Valladolid en España, donde se graduó como Abogado. "El 1794, ya de nuevo en Buenos Aires, asumió como Secretario del Consulado, desde donde, entre otras actividades, fomentó la educación”, señala el texto de la norma y recuerda que durante las invasiones inglesas, en 1806, Belgrano "se incorporó a las milicias criollas para defender la ciudad". Indica además que cumplió un rol protagónico en la Revolución de Mayo de 1810 siendo nombrado vocal de la Primera Junta, cargo que dejó el 22 de septiembre del mismo año para asumir el mando de la expedición al Paraguay con el grado de General en Jefe. 
El texto explica que se decretó el 2012 como año de Manuel Belgrano porque se cumplen 200 años desde que "el Primer Triunvirato dispuso la utilización de una escarapela nacional de dos colores: blanco y azul celeste, conforme al diseño propuesto por Belgrano, quien la hizo lucir a sus tropas".
"El 27 de febrero de 1812, creó una bandera con los mismos colores de la escarapela, reuniendo a sus tropas en Rosario, a orillas del río Paraná y les ordenó a sus oficiales y soldados que le juraran fidelidad". 
Ni Salta ni Tucumán, batallas claves en nuestra Independencia… el decreto destaca de manera muy especial en sus considerandos (se ve claramente aquí la mano de Felipe Pigna de reescribir la historia, el historiador oficialista que no se cansa de poner en cada referencia al General Belgrano la siguiente frase: 
“su carrera militar no lo entusiasmaba demasiado”. 
Y se refiere al Éxodo Jujeño siempre, como un hecho “heroico del pueblo”),el episodio que se conoce como el “Éxodo Jujeño”, en el cual el día 23 de agosto de 1812 el pueblo jujeño comenzó su heroica retirada de Jujuy con dirección a Tucumán, del que también se celebra el bicentenario.
De a poco, en todos los ámbitos, el régimen no descansa en su tarea de intentar reescribir la historia.
El odio hacia lo militar, ciega al régimen hasta el punto de tergiversar la historia.
Les dejo parte del bando que el General Belgrano emitió al pueblo jujeño en 1812. Hagamos un trato: Usted lo lee, y luego saca sus conclusiones. 
Aproveche, porque me parece que ni Randazzo ni la presidentalo leyeron nunca.
“…Entended todos, que al que se encontrare fuera de las guardias avanzadas del ejército en todos los puntos en que las hay, o que intente pasar sin mi pasaporte será pasado por las armas inmediatamente, sin forma alguna de proceso. 
Que igual pena sufrirá aquel que por sus conversaciones o por hechos atentase contra la causa sagrada de la Patria, sea de la clase, estado o condición que fuese. 
Que los que inspirasen desaliento estén revestidos del carácter que estuviesen serán igualmente pasados por las armas con sólo la deposición de dos testigos… 
Que serán tenidos por traidores a la patria todos los que a mi primera orden no estuvieran prontos a marchar y no lo efectúen con la mayor escrupulosidad, sean de la clase y condición que fuesen… 
No espero que haya uno solo que me dé lugar para poner en ejecución las referidas penas, pues los verdaderos hijos de la patria,  me prometo que se empeñarán en ayudarme, como amantes de tan digna madre, y los desnaturalizados obedecerán ciegamente y ocultarán sus inicuas intensiones. 
Más, si así no fuese, sabed que se acabaron las consideraciones de cualquier especie que sean, y que nada será bastante para que deje de cumplir cuanto dejo dispuesto.”
Cuartel general de Jujuy 29 de julio de 1812”.
Horacio R. Palma
El Dia de GualeguayGualeguay
Entre Ríos.

Dr. Juan Carlo Amatucci.

Embanderados
www.marianosaravia.com.ar
A principios de 1812, el entonces coronel Belgrano estaba apostado en las barrancas del Río Paraná, cerca de la aldea de Rosario, para defender esas costas de las incursiones de las tropas realistas llegadas de la Banda Oriental.Al frente del Regimiento de Patricios, y luego de una larga travesía durante el tórrido enero, el 7 de febrero llegó Belgrano a la Capilla del Rosario para construir unas baterías que frenaran el avance realista hacia la ciudad de Santa Fe.
Hasta ese momento, las tropas patriotas habían luchado bajo la bandera española, y por eso Belgrano ya venía reclamando al Triunvirato la creación de una escarapela nacional.

El 13 de febrero, Belgrano le volvió a escribir al Triunvirato –compuesto por Manuel de Sarratea, Feliciano Chiclana y Juan José Paso– pidiéndole urgentemente una escarapela que distinguiera a sus tropas de las realistas. 
El Triunvirato le hizo caso y emitió un decreto creando la escarapela argentina: “Sea la escarapela nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, de color blanco y azul-celeste…”. Y le contestó a Belgrano: “En acuerdo de hoy se ha resuelto que desde esta fecha en adelante, se haga, reconozca y use la Escarapela Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata, declarándose por tal la de los colores blanco y azul-celeste, y quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguían”.
Pero eso era lo máximo que estaba dispuesto a hacer el Triunvirato, no estaba dispuesto ni siquiera a analizar la posibilidad de una bandera propia, ya que tenía que mantener aquella política ambivalente de la “máscara de la monarquía”.
Entusiasmado, Belgrano vuelve a escribir al Triunvirato a fines del mismo mes: “… Las banderas de nuestros enemigos son las que hasta ahora hemos usado, pero ya que V.E. ha determinado la Escarapela Nacional con que nos distinguimos de ellos, y de todas las naciones, me atrevo a decir a V.E. que también se distinguieran aquellas, y que en estas baterías, no se viese tremolar sino las que V.E. designe. Abajo, Señor Excelentísimo, esas señales exteriores que para nada nos han servido y con que parece que aún no hemos roto las cadenas de la esclavitud”..
El 27 de febrero, durante un atardecer apacible y resplandeciente, Belgrano inauguraba las baterías Libertad e Independencia, la primera en la margen occidental del río Paraná, y la segunda en una isla situada a unos 1.000 metros de allí.
“A su frente se extendían las islas floridas del Paraná que limitaban el horizonte: a sus pies se deslizaban las corrientes del inmenso río, sobre cuya superficie se reflejaban las nubes blancas en el fondo azul de un cielo de verano, y el sol que se inclinaba al ocaso iluminaba con sus rayos aquel paisaje lleno de grandiosa majestad”.
En esas cirsunstancias, entusiasmado por la creación de la escarapela, a las seis y media de la tarde del 27 de febrero de 1812, Belgrano enarboló la bandera celeste y blanca por primera vez en la batería Libertad. 

Y montado en su caballo, levantando su sable, arengó a su tropa diciendo: “Soldados de la patria: en este punto hemos tenido la gloria de vestir la escarapela nacional que ha designado nuestro excelentísimo gobierno; en aquel (la batería Independencia) nuestras armas aumentarán las suyas. 
Juremos vencer a los enemigos interiores y exteriores y la América del Sur será el templo de la independencia y la libertad. En fe de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva la patria!”.
Antes de partir hacia Jujuy para relevar a Juan Martín de Pueyrredón al mando del Ejército del Norte, que venía totalmente desmoralizado por la derrota de Huaqui (ver capítulo de Bolivia), envió una comunicación al Gobierno de Buenos Aires contándole lo sucedido. Allí decía: “A las seis y media de la tarde se ha hecho salva en la Bateríade la Independencia, y queda con la dotación competente para los tres cañones que se han colocado, las municiones y la guarnición. 

He dispuesto para entusiasmar a las tropas, y estos habitantes, que se formen todas aquellas, y hablé en los términos de la copia que acompaño. Siendo preciso enarbolar bandera y no teniéndola, la mandé hacer blanca y celeste conforme los colores de la escarapela nacional: espero que sea de la aprobación de V. E.”.
Dice la leyenda rosarina que quien confeccionó esa primera bandera fue María Catalina Echevarría de Vidal, hermana de José Vicente Anastasio de Echeverría, uno de los compañeros de Belgrano en su expedición al Paraguay, y que fue izada por primera vez por otro vecino de esa villa de Rosario: Cosme Maciel.
Enterado el Triunvirato, le envió una carta recomendándole que hiciera pasar el episodio como una muestra pasajera de entusiasmo y ocultara con disimulo la bandera, reemplazándola por la que se usaba en el fuerte de Buenos Aires, que era roja y amarilla.

La necesaria desobediencia .
La preocupación del Triunvirato se debía a que la creación de una bandera propia aceleraba definiciones y posturas en la lucha de independencia e iba en contra de la política oficial de actuar como si fuera en defensa de los derechos del rey preso de los franceses. 
No se temía sólo quedar mal con España, sino principalmente con Inglaterra, que en ese momento era aliada de España en contra de Francia.
Sin embargo, Belgrano nunca recibió la carta con esa orden del Gobierno, porque ya se había puesto en marcha para hacerse cargo del Ejército del Norte, otro de los frentes realistas más fuertes, junto con la Banda Oriental.
Una vez en San Salvador de Jujuy, para el segundo aniversario de la Revolución de Mayo se celebró un Te Deum en la catedral y se volvió a enarbolar la bandera celeste y blanca. 

Ese 25 de mayo, frente al Cabildo, el obispo de Jujuy, Juan Ignacio Gorriti, bendijo la bandera y el pueblo la vivó con entusiasmo.
Por eso, en una nueva comunicación, Belgrano le decía al Triunvirato: “… 

El pueblo se complace de la señal que ya nos distingue de las demás naciones…”.
Al enterarse, el Triunvirato tomó esta circunstancia como una desobediencia a sus recomendaciones de dar marcha atrás con lo de la bandera, y le ordenó regresar y hacer lo necesario para “la reparación de tamaño desorden”.
Belgrano, herido en su amor propio, obedeció pero escribió un mes más tarde: “Debo hablar a V.E. con la ingenuidad propia de mi carácter, y decirle, con todo respeto, que me ha sido sensible la reprensión que me da en su oficio de 27 del pasado, y el asomo que hace de poner en ejecución su autoridad contra mí, si no cumplo con lo que me manda relativo a la Bandera Nacional, acusándome de haber faltado a la prevención de 3 de marzo, por otro tanto que hice en el Rosario. 

Para hacer ver mi inocencia, nada tengo que traer más a la consideración de V.E., que en 3 de marzo referido no me hallaba en el Rosario, pues conforme a sus órdenes del 27 de febrero, me puse en marcha el 1º, o 2, del insinuado marzo, y nunca llegó a mis manos la comunicación de V.E. que ahora recibo inserta, pues a haberla tenido, no habría sido yo el que hubiese vuelto a enarbolar la bandera como interesado siempre en dar ejemplo de respeto y obediencia a V.E., conociendo que de otro modo no existiría el orden, y toda nuestra causa iría por tierra… no había bandera, y juzgué que sería la blanca y celeste la que nos distinguiese como la escarapela, y esto, con mi deseo de que en estas provincias se cuenten como una de las naciones del globo, me estimuló a ponerla. 
Vengo a estos puntos, ignoro como he dicho, aquella determinación, los encuentro fríos, indiferentes, y tal vez, enemigos, tengo la ocasión del 25 de mayo, y dispongo la Bandera para acalorarlos y entusiasmarlos, 
¿y habré, por esto, cometido un delito…? 
La Bandera la he recogido, y la desharé para que no haya ni memoria de ella… pues si acaso me preguntaren por ella, responderé que se reserva para el día de una gran victoria por el Ejército, y como éste está lejos, todos la habrán olvidado y se contentarán con lo que se les presente…”.
Pero lejos de ser olvidada, la bandera argentina se izó por primera vez en Buenos Aires el 23 de agosto de 1812 en la iglesia San Nicolás de Bari, donde hoy está el Obelisco, símbolo de la ciudad. El motivo fue una misa de acción de gracias por el fracaso de una conspiración realista que debía estallar el 5 de julio pero que fue descubierta, y de la cual era líder Martín de Álzaga, posteriormente fusilado. 

Según algunos autores, esa bandera que se izó fugazmente en Buenos Aires habría sido de tres franjas: celeste, blanca y celeste, pero la blanca del medio, del doble de ancho que las celestes, siguiendo la línea de la bandera española.
¿Guerra civil?
Una vez instalado en Yatasto, al frente del Ejército del Norte, Belgrano le escribe al jefe realista Pío Tristán en marzo de 1812:
“Mi querido Pío: 

¡Cuán distante estaba yo de venir a escribirte en estos lugares! 
La enfermedad de Pueyrredón me ha conducido hasta aquí, desde las orillas del Paraná, en donde me hallaba con mi regimiento poniendo una puerta impenetrable para todos los enemigos de la Patria. 
Fui el pacificador de la gran provincia de Paraguay. 
¿No me será posible lograr otra tan dulce satisfacción en estas provincias? 
Una esperanza muy lisonjera me asiste de conseguir un fin tan justo, cuando veo a tu primo (el general realista José Manuel de Goyeneche) y a ti, de principales jefes. Créeme siempre tu amigo” . En abril: “… Sé cuánto han trabajado los Tristanes por la felicidad de la Patria… les seré eternamente reconocido y a ti, mucho más, si aprovechándote de la confianza que tienes con tu general, consigues que se acabe esta maldita guerra civil con que nos destruimos y vamos a quedar para presa del primero que nos quiera subyugar” .
Pío Tristán había nacido en Arequipa, entonces Virreinato del Perú, y era un militar al servicio de la corona española, lo que desvirtúa otra de las ideas lineales y simplificadoras que forman parte de la historia que nos enseñan: aquella de que era una guerra de españoles contra patriotas americanos. En realidad, había españoles que apoyaban los movimientos emancipatorios y también había americanos al servicio de la corona, como Pío Tristán. 

Esto abona el pensamiento de Belgrano de que esa guerra se parecía mucho a un guerra civil, y en la cual a veces se enfrentaban amigos y hasta parientes.
Paradójicamente, el 23 de agosto de 1812, el mismo día que se izaba por primera vez en Buenos Aires su bandera, Belgrano emprendía el Éxodo Jujeño, ya que con 1.300 soldados no podía defender esa plaza frente al ejército realista –al mando de su amigo Pío Tristán– con más del doble de efectivos.
Las órdenes del Triunvirato eran de replegarse hasta Córdoba, pero la obediencia de Belgrano no fue total. 

El intelectual devenido en militar se dio cuenta de que no podía seguir huyendo con todo un pueblo a cuestas, y que tampoco podría dejar a los civiles solos, librados a su suerte y a expensas de las represiones realistas. 
Entonces decidió desobedecer al Triunvirato y presentó batalla venciendo a los realistas en Tucumán el 24 de setiembre de 1812, aunque con su bandera guardada por ahora.
“El triunfo de Belgrano en Tucumán, tuvo su repercusión inmediata en Buenos Aires. 

Hacía tiempo que venía preparándose en la capital una revolución pacífica, que el progreso de las ideas y las exigencias crecientes del espíritu democrático hacían inevitable. 
El Triunvirato, que hasta entonces había presidido el movimiento revolucionario, ya no respondía a esas exigencias (…) 
La opinión quería una asamblea suprema que fijase la Constitución del poder, generalizara la revolución y la hiciese más popular. El Gobierno temía encontrar en ella un obstáculo en vez de un auxiliar” .
“Fue fundamental para el curso de la Revolución, ya que movilizó las ansias de independencia, hasta ese momento demoradas por la hostilidad cada vez mayor de las potencias europeas (…) El 5 de octubre llegó a Buenos Aires la noticia de la victoria, y en el mismo fuerte se izó un gallardete con los colores celeste y blanco por encima de la bandera española, amarilla y roja, que todavía flameaba”..
En resumen, Belgrano no sólo creó la bandera argentina, sino que con su triunfo en Tucumán hizo que prendiera en la gente el celeste y blanco al principio combatido. 

La única diferencia pareciera ser que mientras Belgrano usaba en el norte una bandera con dos franjas blancas y una celeste en el medio, en Buenos Aires enarbolaron una de los mismos colores pero con las franjas invertidas.
Este dato surge del epistolario del gobernador de la sitiada Montevideo, Gaspar Vigodet, quien nunca se había terminado de creer el argumento de la fidelidad a Fernando VII, y que escribió al ministro de Estado español: “Los rebeldes de Buenos Aires han enarbolado un pabellón con dos listas azul-celeste a las orillas y una blanca en el medio (…) Se han quitado de una vez la máscara con que cubrieron su bastardía desde el principio de la insurrección” .
 Debido a las contramarchas en las revoluciones en toda la América hispana, sólo quedaba en pie el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Pero entonces los colores de la Revolución hicieron escuela. Cintas, gallardetes, escarapelas y banderas celestes y blancas fueron profusamente utilizadas para celebrar la patria nueva en cuanta ocasión se presentara. 

Había banderas bicolores de dos franjas verticales; otras de tres franjas horizontales celestes y blancas, todo dependía de la cantidad de tela del color del cielo que podía conseguirse, como afanosamente descubrieron las damas mendocinas, que supieron reemplazar la seda azul por simple sarga celeste, como le gustaba a San Martín (…) Ya a mediados del siglo XIX, se afirmó una visión laica de la vida en la que todos los próceres abrevaron. En aquella fuente surgente se conjugaron, de diverso modo, las ideas liberales, el socialismo utópico, la masonería y también la fe cristiana, pero practicada por fuera de la estructura eclesiástica. En ese clima de ideas antidogmático, ¿qué mejor que sostener que Belgrano se había inspirado en los colores del cielo para crear la bandera? 
¿Acaso el héroe había manifestado lo contrario? En rigor, pese a ser un hombre religioso, no había dejado nada escrito acerca de los motivos de su inspiración que, por ciento no tenía origen definido. Y, aun cuando celeste y blanco eran tanto los colores de la Orden de Carlos III como los del manto de la Virgen, a nadie interesaba bucear en el posible arraigo colonial o religioso de la enseña” .
Luego del triunfo de Tucumán, Belgrano se entusiasmó y sacó a relucir su bandera celeste y blanca para marchar hacia Salta, con la intención de fortalecer su posición.


La oportunidad perdida.
El 31 de enero 1813, se reunió en Buenos Aires una Asamblea Constituyente con la intención de dotar de institucionalidad y constitucionalidad al nuevo Estado emergente, pero se quedó a mitad de camino y no se animó a declarar la independencia, como pretendían entre otros, Belgrano y San Martín. Por eso, los diputados consintieron el uso de la bandera celeste y blanca, pero no la avalaron por escrito. 
En realidad, en la Asamblea del año 1813 no se declaró la independencia que hubiera dado un vuelco definitivo a la guerra, sino que sirvió solamente para las ambiciones personales de su presidente, Carlos María de Alvear, quien luego de dos triunviratos, impuso una forma de gobierno fuerte y personalista: el Directorio.
El 13 de febrero de 1813, Belgrano hizo jurar a sus tropas fidelidad a la Asamblea bajo la bandera argentina a orillas del río Pasaje 

(luego río Juramento), que en Salta constituye los primeros tramos del río Salado. Y siete días más tarde, la enseña celeste y blanca tuvo su bautismo de fuego en la batalla de Salta, donde Belgrano venció nuevamente a su amigo, el comandante realista Pío Tristán gracias a la ayuda de batallones de gauchos, tanto en la tarea previa de espionaje cuanto en el combate mismo.
A partir de esa victoria, Belgrano se instaló en Potosí –entonces Alto Perú, perteneciente al que fuera Virreinato del Río de la Plata– y se dedicó a reorganizar la administración pública. 

Pero militarmente no le fue bien porque fue vencido ese mismo año por los realistas en Vilcapugio y en Ayohuma. Luego de esos fracasos en los que se perdieron muchos hombres y bienes, Belgrano tuvo que replegarse hasta Jujuy nuevamente. Pero antes de retirarse, fue hasta la capilla de Titiri, en el curato de Macha, y escondió su bandera detrás de un cuadro. Muchos años después de terminada la guerra de la independencia, en 1883 el párroco del lugar se puso a arreglar su iglesia y encontró aquella bandera de Belgrano. La enseña fue enviada al Museo Histórico de la Casa de la Libertad de la Sociedad de Geografía e Historia de Sucre, donde está actualmente exhibída. 
Lo sorprendente es que esa bandera de Belgrano no es como la que hoy tiene Argentina, sino aquella de tres franjas horizontales blanca, celeste en el medio y blanca.
Según el historiador Armando Piñeiro, es la misma bandera que enarboló Belgrano en las orillas del río Paraná aquel 27 de febrero de 1812. En cambio, Félix Chaparro sostiene que la bandera de Rosario era de dos franjas verticales, una blanca al asta y la otra celeste. Una tercera versión muestra la bandera de dos franjas horizontales, blanca arriba y celeste abajo.
Al poco tiempo de haber vuelto a Jujuy, Belgrano entregó el mando del Ejército del Norte a José de San Martín, uno de los pocos que supo valorar a este abogado que fuera esencialmente un intelectual y un estadista, pero que sin embargo, se entregó cuando la patria necesitó que se pusiera el traje de :

General

Es una materia pendiente. Pero hoy la pongo en el tapete. Y el compromiso es mantener viva la llama . . .

Malvinas

Editorial.
 Es extraño como son nuestras reacciones, frente a echos que nos tocan de manera directa, pero que no atraen nuestro interés, frente a otros echos similares, a los que si, respondemos y muy claramente.
Este comunicador, quizás poco claro en sus formas, dada su escasa  preparación académica,  verborragico y gesticulante, que  parece estar siempre enojado, guardó silencio durante muchos años, tantos años como sangró la herida.
Pero aún sangrando, hoy ya no guardaré silencio, y tomaré parte  
de este tema que no es patrimonio de nadie en particular, 
ES DE TODOS LOS ARGENTINOS.
Claro, no todos los argentinos asumen su responsabilidad y su compromiso con la Patria de la misma manera. . . Algunos son argentinos, con una camiseta de Fútbol, y más si el equipo gana.
Pero miran el piso cuando la cosa duele, cuando el compromiso puede costar en lo personal, cuando la ganancia es poca, y el sacrificio es mucho, y cuando,  si cuadra, hay que poner el pellejo,  cuando  no suma aplausos, Y MUCHO MENOS VOTOS, entonces es, cuando los Argentinos, somos muchos menos.
Malvinas, es un compromiso, hoy y aquí, ahora y sin vueltas, de frente y a lo que venga y toque.  
Y en este tiempo, defender la posición a como dé lugar, y pelear con las armas nobles de la opinión, en tanto tenga un poco de vida en mi cuerpo para no dar un paso atrás en la propuesta.
A usted gracias por leerme.
El Director.

El británico que cree que la soberanía de Malvinas debe ser para Argentina.

Por María Laura Avignolo.

Es un ex asesor del laborista Tony Blair, que trabajó en un posible acuerdo antes de la guerra.
Polémico. La posición de Slowe de ceder la soberanía genera en estos días un fuerte debate en Gran Bretaña.
  
“Yo creo que la soberanía de las Islas debe ser entregada a los argentinos. Debe haber un acuerdo para los isleños sobre su estilo de vida y un acuerdo sobre los recursos económicos”. Quien lo dice no es un árbitro internacional sino un británico: el doctor Peter Slowe. Cuarenta años atrás, cuando era un estudiante de geografía política en Oxford, este académico, laborista y ex asesor de Tony Blair, fue integrante del equipo de Ted Rowland, el ministro junior del Foreign Office británico que en los 70 estuvo muy cerca de resolver la disputa anglo argentina por las Islas Malvinas.

Cerca del 30° aniversario de la guerra y en plena escalada retórica entre ambos países, su artículo en el diario conservador The Daily Telegraph fue una voz diferente en el reino para proponer otra solución que la autodeterminación isleña en el conflicto. Ahora, Slowe preside su propia ONG, “ Projects Abroad ”, y entre sus tantos proyectos alrededor del mundo, tiene una base en Córdoba, donde hay intercambio con médicos británicos.
Leí su solución por las Malvinas. 

¿Puede explicarme qué significa? 
Yo hice un poco de trabajo para Ted Rowlands cuando yo era un estudiante en los 70. 
En esa época, tenía una clara idea del sentido político argentino, que es algo muy extraño para la forma de pensar britanica: que los argentinos y no sólo el gobierno militar argentino de entonces tenían un deseo de grandiosidad. 
Eso era bloqueado por Chile en el continente y tenían una visión de expandirse en la Antártida. En ese momento, los británicos no tenían ningún interés de propiedad sobre las islas, con una población de 1.200 o 1.800 habitantes en el Atlántico Sur. 
Parecía una obvia solución en ese entonces, que estaba siendo negociada por el ministro junior Ted Rowlands con el gobierno militar. La idea era pasar la soberanía a los argentinos. 
No había entonces ninguna especulación sobre el petróleo. La gente hablaba del krill entonces como recurso pesquero. Todo eso debía ser compartido y se debía garantizar la manera de vivir británica de los isleños, una democracia local. No muy diferente a las negociaciones que estaban en marcha con los chinos sobre Hong Kong. Esas negociaciones tenían todas las posibilidades de tener éxito.
¿Y entonces? 

Las negociaciones continuaron con Nicholas Ridley, diputado de la derecha británica que estaba bajo el gobierno de Thatcher. 
El insistió en que las negociaciones económicas debían preceder a las negociaciones diplomáticas y sobre la soberanía. 
Pero la invasión argentina cambió todo.
¿Rowland estaba convencido entonces que la única solución era dar la soberanía a la Argentina? 

Era la única solución pero también la más sensible. Usted le daba la soberanía política a Argentina, dividía de alguna manera los recursos económicos y permitía a los isleños mantener su estilo de vida británico. 
Después seguramente iban a cambiar por un estilo de vida sudamericano. Ahora, 30 años después, es tiempo de decir que nosotros aprendimos la lección de la historia. Los soldados y marineros no murieron en vano. 
Es tiempo de ir por una sensible solución de compromiso.
En esa época, 

¿Qué pensaban los isleños de esa intención? ¿Rowland discutió esa posibilidad con ellos? Para ser honesto, no hubo una gran discusión con los isleños, pero el gobernador de las Islas estuvo involucrado. Y había una gran compañía, Coalite, dueña de grandes extensiones, que estaba involucrada. El dueño era un ex ministro laborista. Yo no creo que en esa época haya habido discusiones con los isleños. Entonces, había unos 50 argentinos viviendo felices en las islas y los isleños aprendían español en el colegio.
¿Cree que es posible una solución sin los isleños? (Risas) 

Yo pienso que deberían incluir a los isleños en las negociaciones. Pero con 300.000 británicos o de origen británico viviendo en Argentina, los isleños no pueden tener poder de veto. Los isleños tienen derecho a insistir en la forma de vida que quieren. 
Si ellos quieren tener separadamente su democracia parlamentaria, deben tenerlo. 
Si quieren mantener tradiciones británicas, deben poder. 
Pienso que el gobierno argentino no va a tener problemas con eso.
Pero la línea oficial en Gran Bretaña es la opuesta a la suya. Ellos dicen que cada uno tiene derecho a autodeterminación. Pero es ridículo. Uno no puede tener 3.000 personas, que antes de esta tormenta política estaban felices de hacer un compromiso y ahora mantienen a la mitad de la Marina británica como un rehén. Ellos están creando un problema en las relaciones internacionales a gran escala. Yo no creo en la autodeterminación de la gente que, porque estén concentrados geográficamente, tienen un derecho sobre todo.
¿Pero deben ser consultados? 

Sí, y usted se sorprenderá. La mayoría de los isleños ordinarios están hartos de la presencia militar, con antipatía a sus vecinos más cercanos, con argumentos sobre el petróleo del que no se van a beneficiar demasiado. 
Yo no pienso que serían una oposición como se imagina. Esto es algo que ha sido creado en nuestras mentes políticas en Gran Bretaña.
¿Cuánto hace que no visita las Islas? 

La ultima vez fue en 2002.
¿Los británicos pueden compartir su posición? No lo sé. Yo sugiero que el 30° aniversario es un buen tiempo para hacer un nuevo compromiso.
¿Cómo explica esta escalada? 

Es por el aniversario. Es una manera de decir del gobierno británico: “Nosotros somos duros”. Le da al Foreign Office una posibilidad de hacer un discurso donde suena duro, patriótico. La gente de mi generación recuerda los barcos volviendo a Portsmouth con gran bienvenida.
¿No cree usted que es el petróleo la razón de esta pasión? 

No. Yo creo que al gobierno de Cameron no le importa que los isleños tengan autodeterminación.
¿No es demasiado caro para los británicos mantener la base militar de Mt. Pleasant, en las Islas, con los recortes presupuestarios en marcha? 

Es caro, pero en comparación con Afganistán y los otros países en los que están envueltos alrededor del mundo, no es tan caro. El destructor que se desplazó debía ser desplazado a algún lugar de todas maneras. Creo que hay un poco de exageración con respecto al príncipe William. Nosotros cometimos el error de que estos desplazamientos de William a las Falkland o el príncipe Harry a Afganistán sean vistos como simbólicos, cuando nosotros creemos que es una rutina.
¿Qué piensa usted de esta denuncia argentina de “nuclearización” del Atlántico Sur? 

No creo que haya una nuclearización. Es un poder nuclear, pero no armamento nuclear. En estos momentos, los dos lados están volviendo muy difícil conseguir un compromiso. Mi artÍculo era un grito de desesperación.
¿Los veteranos de de Malvinas pueden ayudar en esta misión? 

Por supuesto. La gente que peleó posiblemente puede enojarse si hay alguna negociación. Pero la guerra con los alemanes fue mucho más seria y los alemanes eran nuestros aliados en 1950.
¿Existe una necesidad doméstica en Argentina y Gran Bretaña que lleva a estas exclamaciones? Mi entendimiento de la política argentina es que Malvinas puede ser usado como un instrumento político cuando el gobierno se siente amenazado y no pierde nada. Es lo mismo para el gobierno británico.
¿Cuál fue la reacción que usted recibió en Gran Bretaña a su propuesta? 

Para algunos locos fue “una traición” y otros dijeron simpáticamente: “Qué gran idea. ¿Por qué no usamos el 30 aniversario para hacer la paz y no la guerra?”.